Espectáculos

Elsa O’ Connor, nacida para sufrir

@RFilighera

El aporte artístico de Elsa O’Connor marcó, sin lugar a dudas, un antes y un después en la historia del teatro y el cine nacional. Aporte que tiene que ver,  en definitiva, con un aspecto sustancial en la carrera de los actores y que analizaremos a continuación. Y nos referimos a la entrega. Puntualmente al hecho de la construcción de un personaje y a la instalación de todos los sentidos en el físico y en el alma de esa criatura en cuestión.

Probablemente, exacerbando, muchas veces, la dinámica de ese esfuerzo en la composición ya que para la actriz no existían los grises: los resultados se presentaban como blanco o negro. Elsa se metía en la humanidad de los personajes y, a partir, de su desarrollo escénico dejaban de pertenecer a la pluma del autor y se convertían, invariablemente, en la sangre de su sangre, en los ojos de sus ojos; a partir de ese momento, la intérprete dejaba de ser Elsa O’Connor para exponer otra vida con todas sus características y perfiles, diferentes, obviamente, a las suyas. Una nueva persona pasaba a formar parte de su interior.

Y seguramente, esos interiores, iban a estar caracterizados por tormentos emocionales que Elsa se iba a encargar de modelarlos a su manera, con la rigurosidad que el trabajo demandaba.  El trabajo, en consecuencia, estaba dotado de una enorme exigencia para la intérprete. Ese ha sido el gran ejemplo de la actriz: una actitud de entrega inconmensurable, pocas veces visto en la historia de nuestros escenarios, sumado al enorme desafío de llevar adelante un compromiso ético con su actividad.

Su vida y carrera

Elsa O’Connor nació en Buenos Aires el 30 de noviembre de 1906 y murió en Montevideo, Uruguay el 7 de abril de 1947. Su verdadero nombre era Elsa Asunción Celestino y se erigió, con el paso del tiempo, en una enorme actriz  de cine y teatro que supo interpretar personajes de fuerte carácter y a los que los dotó de gran brillo. Por los críticos de la época fue considerada una maestra de la actuación y, los espectadores que la pudieron disfrutar en teatro aseguran, de manera terminante, que fue la máxima actriz trágica argentina de todos los tiempos, sitial que compartió, muchas veces, con la gran e inolvidable Tita Merello. 

Una actriz intensa como pocas.

Y la vocación, en definitiva, tenía que ver con los genes. Precisamente, su madre fue la actriz y periodista Amelia Monti, quien la acercó al mundo del cine y el teatro. En 1923 debutó con la compañía de Blanca Podestá en el Teatro Marconi, erigiéndose como una joven figura que fue tenida muy en cuenta por el público y la crítica de ese entonces, cosechando, entonces, consideración profesional de gran valor. Y en ese devenir de valiosas actuaciones en los escenarios, los reconocimientos se iban a hacer, cada vez, más presentes. En 1943 obtuvo el Primer Premio Municipal a la mejor actriz dramática por su labor junto a Paulina Singerman en la obra “Himeneo” y, también, actuó en “Celos” llevada luego al cine por Zully Moreno. En tanto, los trabajos de gran porte dramático se iban a suceder y su estatura de gran actriz iba a ir en permanente ascenso. Asimismo, su labor central se iba a central en el Teatro Odeón a través de inolvidables obras como “La gata” de Rino Alessi, “La sombra” de Darío Nicodemi y, también, puso su valorable sello creativo en una adaptación de “La dama de las camelias”, muy elogiada por la crítica. Luego, se instalaría en su trayectoria, probablemente, su mayor éxito teatral y gran clásico: “Luz de gas” en el  Astral Y dirigida (hablando de maestros) por el siempre presente Narciso Ibáñez Menta.

Cabe señalar que participó en numerosas películas, desde su actuación en 1925 en el filme mudo “Muñecos de cera” al que siguieron films sonoros como “La vida de Carlos Gardel” con Santiago Gómez Cou y Delia Garcés, en 1939 más “El loco Serenata” con Pepe Arias, “La casa del recuerdo” como la madre de Libertad Lamarque, “La casa de los cuervos” con Amelia Bence y Luis Aldás, “Secuestro sensacional” con Luis Sandrini, “Rosa de América” con Delia Garcés, “Camino del infierno” con Mecha Ortiz. Como dato puntual de su carrera, se puede señalar que  generalmente como actriz de carácter o en destacados papeles secundarios, Elsa O’Connor se ubicó en un sitial de honor y formó parte de un capítulo de oro del espectáculo argentino.

En teatro, imponía su presencia.

Y como detalle sustancial de una carrera colmada de complejos desafíos, en 1944 ganó el premio a la mejor actriz de reparto por el filme “El deseo” del emblemático director Carlos Schlieper. Por otra parte, a modo de recuerdo, se puede decir que sus últimas dos películas fueron “El misterioso tío Silas” en la cual le dio vida a Madame De La Rouger, dando una clase de actuación memorable y “La senda oscura”, ambas de 1947, producciones que se estrenaron a un mes de su trágica desaparición.

El detalle trágico de su vida estuvo centrado en el episodio que detallamos a continuación. Luego de una gira por Chile y Perú, mientras se encontraba trabajando en Montevideo, Uruguay, en la pieza “La gata”, resbaló y su cabeza dio contra el piano muriendo poco después probablemente por un derrame cerebral, el 7 de abril de 1947. Se casó en 1926 con el actor Lalo Hartich (nombre artístico de Horacio Harretche) con quien tuvo su hijo, el actor Horacio O’Connor. Su nieto es el tenor Martín O’Connor y fue también prima hermana de la madre de los actores Ricardo Passano y Mario Passano, nombres ilustres, también, en la historia del espectáculo argentino.

En el escenario, máxima tensión

El historiador Enrique Lavié afirmó que “Elsa O’Connor cada vez que actuaba no representaba, sino que vivía los papeles con tanta intensidad, con tanta fuerza, que el verismo de su manifestación dramática se apoderaba del público pendiente de sus menores movimientos. A tal punto llegaba esta minuciosa dedicación, este alarde humano de querer compenetrarse hasta el máximo de los procesos psicológicos y reacciones anímicas de los personajes que animaba, que cuando hubo de representar el papel de paralítica en la obra “Himeneo”, la difundida obra de Bourdet, estuvo más de 15 días ensayando casi inmóvil en una silla, con los músculos en tensión, aferrada desesperadamente a un quietismo de agotadora resistencia física, para dar al espectador la imagen más cierta del personaje”. Precisamente, esta actuación le valió, en 1943, el primer premio Municipal de la ciudad de Buenos Aires a la mejor actriz dramática.

Sensible y emotiva evocación

Ricardo Passano, primo hermano de Elsa O’Connor, la evocó en una oportunidad ante la presencia de “Crónica” como una gran maestra ya que aprendió de la actriz hasta sus más mínimos gestos: la manera de pararse frente a la cámara, como moverse en espacio reducido, como tomar el vaso de whisky, como fumar.

Recordó Ricardo que en oportunidad de hacer la actriz “La gata” en el teatro Ateneo, la llevaba en su auto desde su casa hasta la mencionada sala, instándalo ella de manera constante con un “Ricardito, apúrate, que vamos a llegar tarde a la sección vermouth”. Passano  que, en ese entonces, no contaba aún con el registro de conducir era prácticamente devorado por los nervios y estuvo a punto de generar un verdadero caos en la vía pública. Passano puntualizó que “Elsa era muy querida en el ambiente artístico. No tengo dudas que fue una artista que dejó un enorme legado de perseverancia, talento y pujanza”.

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